lunes, 14 de febrero de 2011

Un pequeño espacio de biodiversidad

 La primera vez que planté unos tomates en una
maceta en mi ventana, hará ya más de quince años, fue un asombro para mis vecinos.
Fui a coger tierra con un amigo de debajo de un algarrobo por la carretera de Los Montes y ahí empezó todo.
Ese fue mi primer huerto urbano.
Un primer paso para cambiar de rumbo.
Me gustaba, disfrutaba del contacto de mis manos con la tierra, la sensación de humedad, el olor, de estar tocando algo vivo, que da vida. Me relajaba, era una práctica que me situaba en el aquí y ahora. Además de cultivar también mi imaginación, me hacía sentir cuidando una parcela de naturaleza en medio de la ciudad.
El placer continuó cuando veía crecer los alimentos o cogía unas hojas de lechuga para preparar la ensalada en el momento o disfrutaba de una infusión recién cortada.
Lo cierto es que no es complicado, lo único que necesitas es sol (como mínimo unas cinco horas aunque dependiendo de la planta), recipientes con unos quince centímetros de profundidad (podemos reciclar objetos que tengamos en casa u optar por mesas de cultivo con una gran superficie de plantación y que nos permiten asociar cultivos y trabajar erguidos) y un sustrato ligero y esponjoso como la tierra con humus de lombriz que permita una buena aireación de las raíces y aligerar el peso.
Lo ideal es la mayor diversidad posible.
Quienes contáis con Biocesta ya conocéis el valor de lo fresco, esta es una propuesta para tener algunas verduras a mano todo el año.
Si te animas nos gustaría que nos contaras tu experiencia y si quieres mandarnos fotos de tu huerto.
Os pongo unas cuantas del mío de hace unos meses.
Espero haberos puesto los dientes largos y os hayan entrado ganas de arremangaros!
Mientras Biocesta te acerca semanalmente a tu casa verduras y frutas también fresquitas.














miércoles, 2 de febrero de 2011

al pan, pan

Las frutas y verduras son las estrellas de la compra pero los alimentos ecológicos elaborados con aval ecológico ofrecen muchas ventajas sobre las opciones convencionales.
Si comparamos un pan de molde convencional  con el que vendemos en Biocesta hecho con harina integral de trigo, levadura madre, agua y sal, vemos que el primero contiene: leche descremada en polvo, vinagre, 7 aditivos (3 emulsionantes E472e, E471 y E481, 2 conservantes E282 y E200, 1 agente de tratamiento de la harina E920 y 1 corrector de la acidez E341ii). Además de estas sustancias añadidas hay otras que le faltan por el hecho de emplear harina refinada, eliminando vitaminas, minerales, proteínas y fibra.
Para elaborarlos, según una transformación de materias primas basadas en métodos ecológicos, no pueden utilizar colorantes, conservantes ni otros aditivos, con la excepción de algunos que se consideran naturales.
El resultado es un producto respetuoso con las cualidades naturales de los ingredientes y con los métodos tradicionales de elaboración y libre de herbicidas, pesticidas, fungicidas, fertilizantes y productos químicos de síntesis.
En comparación, el alimento elaborado convencional es una creación industrial en la que importan más aspectos como la apariencia, el precio o la capacidad de conservación que la calidad nutritiva y gustativa del alimento.Las razones para preferir los ecológicos son más que convincentes.
Biocesta quiere ser una oportunidad para ser más conscientes de lo que comemos.