martes, 10 de mayo de 2011

¿Conoces a este caracol?



El movimiento Show Food se fundó en Bra, Italia, 1989 para contrarrestar la fast food y la fast life, impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas locales y combatir la falta de interés general por la nutrición, por los orígenes, los sabores y las consecuencias de nuestras elecciones alimentarias.
Es una referencia para vivir una vida sin prisas, comenzando por la mesa.Por eso se eligió el caracol porque se mueve despacio y degusta con calma su paso por la vida.Hoy, con más de 100.000 miembros en todo el mundo, fomentan una nueva lógica de producción alimentaria, desarrollan programas de educación alimentaria y actuan a favor de la biodiversidad.
Slow Food ha impulsado el movimiento Slow Cities, una agrupación espontánea de pueblos y ciudades con el compromiso de incrementar la calidad de vida de sus ciudadanos, especialmente (pero no sólo) en lo que respecta a la alimentación. Las Ciudades Lentas se mantienen fieles a unas normas que mejoran su calidad de vida: restricciones al tráfico en los centros urbanos, políticas de infraestructuras respetuosas con las características de la localidad, etc. Las Ciudades Lentas salvaguardan los alimentos tradicionales promoviendo espacios y ocasiones para el contacto directo entre consumidores y productores. Existen Ciudades Lentas desde Noruega hasta Brasil, y varias decenas de ellas sólo en Italia.

Slow Food está a favor de los principios que defiende la agricultura orgánica, como la agricultura de bajo impacto para el medio ambiente o la reducción de la cantidad de pesticidas que se utilizan en todo el mundo. No obstante, Slow Food considera que la agricultura orgánica, aplicada a escala masiva y extensiva, resulta muy similar a los sistemas convencionales de monocultivo y por lo tanto la certificación orgánica por sí sola no debe ser considerada como un símbolo seguro de que un producto ha sido cultivado de forma sostenible y a partir de ello, Slow Food trabaja para garantizar su tradicionalidad, naturalidad, seguridad, y sobre todo su alta calidad gustativa.

Si queremos un futuro más sostenible, más local, más lento y más feliz tendremos que empezar a valorar lo bien hecho, lo sencillo y saludable y poner en lo que hacemos convicción y corazón.